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Mis cartas llegaron a:

martes, 19 de diciembre de 2017

Sos el caos que equilibra mi alma.

Prefiero el rechazo que deshilacha las venas de dolor que la incertidumbre del tal vez que se evapora sigiloso en la noche. Siempre lo tuve claro. El quiebre llegó cuando supe que ninguna de las dos cosas dependían de mi. Y qué sano y qué insano y qué neutral. Que heroico y que cobarde saberse sujeta a los términos y condiciones ajenos, conociendo a la perfección esta suerte de cárcel de la que no se como salir. Que privilegio y que castigo esta hiperconsciencia que me obliga a saberme sufrida sin darme las herramientas para saberme liberada; que delirio racional este viaje a trescientos kilómetros por hora sin frenos, con choques mortales cada quince minutos para mi mente, para mi alma. Que grito silencioso, que luz oscura, que eterna mortalidad. Que cada paso sean siete en mi cerebro, que cada día sean ocho semanas de que pasaría si. Que cada alegría esconda diez miserias con escalas arbitrarias de que sería mejor o que sería peor, sabiendo que ninguna respuesta será un mimo, un alivio, un atisbo de estabilidad. Y que martillo golpeando mi cabeza el irrefrenable amanecer de más días en los que no voy a descubrir cómo apagar mi mente, o el tiempo, o ambas...

miércoles, 6 de septiembre de 2017

La pelota siempre al 10.

¡Qué jugador! Repetía la tribuna. Más que un jugador era un artista. Tenía una resistencia de otro planeta, pero nunca escatimaba en elegancia. Cada movimiento hipnotizaba la vista, era un mago de la pelota. Cada pase terminaba en un punto y fuera de la cancha... también.
Ahí entro yo. Quise hacerle partido. Intenté jugar y ganar...lo. O eso creía, o eso quise creer. No pude, claro está.
Su vida estaba regida por la monotomía de seguir siempre la misma rutina. Entrar, trabajar, meter el gol, sacarse la camiseta, descansar. Pero el hombre que jugaba dos partidos partidos paralelos en su vida cometió un error, un desliz: se encariñó. Se convirtió en un simple mortal que buscaba ser amado; pero no pudo abandonar su ritmo de vida, alejó de su lado a quien quiso durarle más de 90 minutos. 
Hoy elegí convertirme en figura. Por primera vez.. ser protagonista. Me pongo la banda de "capitán" y tomo la decisión más importante.
Quiero regalarte un entre tiempo infinito. No quiero ser más tu rival, al final.. resulté tener muy poca cancha. 
Que la pelota siga rondando. Hacele partido y frente a todos. Empapate de pasión. Corré, enrredate esos rulos. Caete. Levantate. Mantené el control. Y la valla? Siempre invicta.
Esta pausa quizás dure meses, años... la vida. Pero no dejará de ser eso, una pausa.
Si algún día volteás.. Voy a estar ahí. Sentada en la tribuna, esperando ese momento en que te acerques, temeroso al principio, y me cuentes tus logros desde hoy, el día que decidí hacerme a un lado.. y que arranques conmigo los otros 45 minutos que nos quedan.

domingo, 18 de junio de 2017

18-06-17

Entonces me pidió que le contara historias sobre él. Pero de las lindas, decía. Quizás no quería verme llorar, nunca lo había hecho y no quería empezar ahora. (No sabía que con un abrazo, bastaba para devolverme la sonrisa).
Empecé contándole que me veía a mi misma, en piyama, atravesando el pasillo y entrando en su cuarto para darle un beso de buenos días, mientras él tomaba un par de mates mientras pispeaba las noticias, antes de que me llevara a la escuela.
(Ahora que lo pienso, debería haberle dicho cuanto lo amaba cada mañana...)
Los recuerdos siguen, viéndolo las siestas bajo el sol, trabajando en sus mates, en sus cuadros o tirado (de una forma súper particular e incómoda en la cama), mirando TV. (Me entristece un poco tener que forzar la memoria..)
Recuerdo también una mañana en que se lastimó. No era nada, nada importante. Pero yo, sentía la necesidad de curarlo. Era como si yo misma me hubiese herido y no él.
Me acuerdo de que nos llevara a nosotros y mis amigos a la escuela los días de lluvia, para que no se mojaran. Lo recuerdo enseñándome a pescar, a ser hincha de un club de fútbol y andar en bicicleta. Lo recuerdo también en sus ausencias, como cuando tuve que operarme de urgencia.
Tengo en la memoria grabado ese día, esa última vez. Sus palabras, que llegaron como el viento a mis oídos.
Le conté también algunas cosas que no son recuerdos pero que indudablemente están liagos a él, como por ejemplo, una vez en que me dijeron "Sos igual a Mariano" y casi sin pensarlo contesté que ese, era el halago más hermoso que alguien podría hacerme.
Le conté de los fuegos artificiales y el viaje en tren. Reía a carcajadas. El "Gracias... Totales" un mediodía, justo para el almuerzo. La navidad y un aguinaldo. "Matador" de los "Cadillacs".
La sensación de que se me hincha el pecho de orgullo con cada: "Que buen tipo era tu viejo".
Le confesé que llevo miles de cosas, pero por sobre todo lo llevo a él, con sus errores y sus aciertos, muy adentro mío.
Me abrazó y por primera vez al contar su historia, no lloré. Sonreí. El me sonrió también, porque jamás me había visto con los ojos tan brillantes y con una sonrisa tan verdadera, hablar con tanto amor de alguien.

Feliz día, pa. Feliz día ma.