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Mis cartas llegaron a:

sábado, 17 de diciembre de 2011

Las ganas controladas.

Se sinceró conmigo; ella no era necesaria, pero no por eso lo iba a ser yo, sencillamente no lo es ninguna. Dijo que no sabia que hacer, que no sabía hablar, por una vez le podía el hecho de haber dejado todo fluir sin control. También me contó que esa noche me extrañaba y supe que yo no lo había superado y que debía hacerlo, porque solo me extraña una noche de cada mes. Me explicaba las innumerables cosas que deseaba su cuerpo y me odiaba por ser mas madura que él. Y nos reíamos. Yo tenía razón y él era un idiota que se aprovechaba de mis sentimientos; él también lo sabia y prefería que no le hablase de eso porque no quería escucharlo de mi boca. Volvió a recordarme que me necesitaba esta noche, que hacía frío y que corriese a su lado, y no negare que si le tuviera al lado la situación habría podido conmigo y seriamos un nosotros momentáneo otra vez. Acabó pidiendo un mañana, corto e intenso, pero al fin y al cabo un mañana, y terminé aceptando, y no me importó un ella de por medio. Supe que me sonrió a través del teléfono. Y colgué.
Fueron 42 minutos de plena felicidad. Sabiendo que ese mañana sería una promesa que el alcohol había hecho conmigo. Y me partió la felicidad en dos cuando la realidad, y él mismo, difuminaron en un abrir y cerrar de ojos, el mañana que nos habíamos prometido.

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