De qué sirve ser inmortal si no se puede morir de amor?

Un día te despertas y estas roto. Todo parece normal; caminas, miras, hablas. Pero algo falta. Tu todo se convirtió en nada. Tu entereza se volvió muchos pedacitos. Cada día nublado te envolvió en pensamientos que no llevan a ninguna parte y cada noche te rompió un poco más. Sos inercia, estas viviendo, pero sin saber cómo. Y, de repente, esos ojos que no ven se cruzan con otros que si, con pasado y cicatrices. Con historias que contar. Son otros pedacitos que viven sin cómo ni porque. Entonces esos ojos se miran tanto, pero tanto, que todo vuelve a resurgir. Se mezclan, se abrazan, se unen y no se sueltan nunca más. Hasta que un día te despertas con los trocitos del otro en el alma.