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Mis cartas llegaron a:

martes, 19 de diciembre de 2017

Sos el caos que equilibra mi alma.

Prefiero el rechazo que deshilacha las venas de dolor que la incertidumbre del tal vez que se evapora sigiloso en la noche. Siempre lo tuve claro. El quiebre llegó cuando supe que ninguna de las dos cosas dependían de mi. Y qué sano y qué insano y qué neutral. Que heroico y que cobarde saberse sujeta a los términos y condiciones ajenos, conociendo a la perfección esta suerte de cárcel de la que no se como salir. Que privilegio y que castigo esta hiperconsciencia que me obliga a saberme sufrida sin darme las herramientas para saberme liberada; que delirio racional este viaje a trescientos kilómetros por hora sin frenos, con choques mortales cada quince minutos para mi mente, para mi alma. Que grito silencioso, que luz oscura, que eterna mortalidad. Que cada paso sean siete en mi cerebro, que cada día sean ocho semanas de que pasaría si. Que cada alegría esconda diez miserias con escalas arbitrarias de que sería mejor o que sería peor, sabiendo que ninguna respuesta será un mimo, un alivio, un atisbo de estabilidad. Y que martillo golpeando mi cabeza el irrefrenable amanecer de más días en los que no voy a descubrir cómo apagar mi mente, o el tiempo, o ambas...

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